viernes, 12 de julio de 2013

Calor en una Noche de Verano

Caricias… Recorriendo lentamente tu espalda, desde tu cuello hasta el final de la misma, y vuelta a empezar. Que delicia, que placer provoca el simple hecho de recorrer cada centímetro de tu cuerpo con la yema de mis dedos.
Besar tu cuello, lentamente, apenas rozándolo con mis labios, para después deleitarme en él. Y mientras lo hago, más caricias… Mis manos se enredan en tu pelo, mis dedos se entrelazan en tu cabello, y entonces muerdo tu boca, y me pierdo en un largo beso entre los juegos de nuestras lenguas.

Me pasaría toda una vida mirándote a los ojos, puedo hacer mil cosas más… Caricias, besos, sonrisas, palabras, pueden acompañar cada mirada que desaparece en tu pupila.


Y sigo… Siguen mis mordiscos recorriendo tu cuello, dejándose llevar por la inercia y bajando a tus pechos, firmes, deseando sentir el roce de mis dientes mientras tus pezones se endurecen.
Mis manos también bajan, sabes que no puedo controlarme, y que me encanta recorrer tus piernas, apretándolas entre mis manos, y notando el calor que nace de entre tus muslos.
¿Qué más se puede pedir? Tus suspiros, que con cada movimiento de mi cuerpo va aumentando en intensidad, hasta convertirse en pequeños gemidos, que ambos sabemos que acabarán siendo gritos incesantes.

Y es que ese momento en que tus piernas se abren, y mi polla entra hasta el fondo de tu coño, mientras no dejo de mirar tus ojos, ese rostro deseoso de más, y más intenso, es inigualable.
Esos movimientos de tus caderas, esas piernas atrayéndome hacia ti, esa boca buscando la mía con sed de mí, mientras los gemidos ahora sí, son pequeños gritos que me excitan aún más.

Tus uñas clavadas en mi espalda, mis dientes en tu cuello, y mis brazos apretándote con fuerza para no dejarte escapar, aunque sé que no lo harías. El sudor recorriendo nuestros cuerpos, los cuales no se separan sino que cada vez, aunque parezca imposible, están más unidos, y mis embestidas crecen en intensidad, en fuerza, en velocidad, quiero todo de ti, y lo quiero ya.


Y ese grito, que no es como el resto… Ese grito hueco, que sale de lo más profundo de tu alma, desatando todo el placer que llevas dentro, mientras caes rendida sobre mí, besando mi pecho, entre las caricias que recorren tu pelo, lentamente, suave, ahora solo quiero que sientas ese cariño, ese que demuestro aun follando como animales sedientos el uno del otro.

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