sábado, 13 de julio de 2013

Encuentros en la Lluvia -14-

- Paolo…
- Di-me
- ¿Estás nervioso?
- N… o

Julia comenzó a reír ruidosamente, y terminó de quitar la camisa de Paolo, comenzando a secarle con la toalla. Primero la espalda, luego el pecho, los brazos… Él seguía sin moverse apenas. Julia lo cogió de la mano y lo sentó en la cama y comenzó a besar sus labios repetidas veces, besos cortos, suaves, dulces… Pero intensos.

Estaba más decidida que el maduro italiano, y eso la divertía… Su sonrisa bajaba junto a sus besos siguiendo el camino que marcaba su cuello, lentamente sin dejar un centímetro por recorrer. Después continuó por su pecho aun húmedo, a la vez que sus manos le iban tumbando, recorriendo sus pectorales lentamente, alternando ambos lados, y levantando la mirada para ver las reacciones de un Paolo que por fin se iba relajando.
Él comenzó a acariciar su pelo mientras Julia continuaba besándolo  recorriendo sus abdominales, jugando en su ombligo, y comenzando a desabrochar sus pantalones, con una amplia sonrisa en su cara.

Los pantalones de Paolo bajaban al ritmo que los labios y la lengua de Julia continuaban su camino, ahora bajando a sus piernas, cuando él cambió sus caricias por un agarrón de su cabello y la subió hasta su boca, para darle un largo, caliente y húmedo beso.
Mordió su labio, jugó con su lengua, la apretó contra su cuerpo… Ella se acomodó abriendo sus piernas, y siguiendo los juegos de Paolo, los mordiscos, y las uñas acariciando la espalda, sin dejar marca… Por ahora.


Paolo cogió a Julia y la colocó de golpe bajo él, cambiando las tornas, siendo él quien comenzó a recorrer a la joven chica, bocado tras bocado, hasta llegar a un sujetador que no quitó… Sino que lo arrancó directamente, rompiéndolo, y pasando a lamer y morder sus pechos, sus pezones, notando como se endurecían, y jugueteando con la puntita de su lengua en ellos.
Ahí nacieron los primeros suspiros de Julia, quien además soltaba pequeñas risas, las cual desconcertaban ligeramente al italiano…
Pero aun así continuó su camino, pero volviendo por donde bajó. Primero su pecho, después su cuello, y acabó en sus labios, con besos cortos que dejaron el camino a otros más largos.

Las caricias de ambos se sucedían, ella acariciaba su pelo, su espalda, dejándola notar sus dedos, sus manos, sus uñas, y sus mordiscos en el labio inferior con sonrisa incluida…
Él agarraba su culo, para seguir por su espalda, girando hacia su tripa y sorprendentemente para Julia… Bajando rápidamente hasta colarte bajo sus pequeñas bragas, notando el calor que de ahí nacía. Un pequeño sobresalto que no varió más que la intensidad de los gemidos que nacían de entre los labios de ella, gemidos ahogados entre sus besos, cada vez más apasionados.

- No sabes cuánto te deseo Paolo.
- No sabes cuantas veces he pensado en esto…

 Y entonces…

                                                                 Continuará...

viernes, 12 de julio de 2013

Encuentros en la Lluvia -13-

Apenas un par de minutos después, estaban el uno frente al otro, a escasos 5 centímetros, mirándose y completamente empapados. No dijeron ni una sola palabra, guardaron el móvil y… Se besaron como tantas veces ambos habían pensado, como sin duda habían imaginado, y como deseaban a pesar de las mil discusiones que habían tenido.

La lluvia los empapó a ambos por completo, pero ellos no conseguían separarse, si es que lo intentaron… Paolo no quería separarse de ella, pues no sabía si tras ese beso, todo volvería a complicarse. Y Julia ni siquiera pensaba, solo disfrutaba del momento.
Él la tenía agarrada por la cintura, apretándola contra su cuerpo, mientras una de sus manos estaba en su espalda… Ella no soltaba su cuello, entonces Paolo le susurró.

- Lo necesitaba.

Ella sonrío y se quedó mirándolo, acarició su mejilla y le dio un pequeño beso en los labios de nuevo. Entonces llegó el momento que Paolo temía, tenían que hablar…

- Paolo, no quiero vivir una mentira, no quiero que jueguen conmigo.
- Julia, he ido noche tras noche al Blue Note solo para verte, te he buscado, te he dejado mensajes, he hecho lo imposible por que vieras cuanto me importas.
- Paolo…
- No, en serio, eres lo único que ha recorrido mi mente desde que te conocí, aun sin conocerte… Era imposible sacarte de mi cabeza, imposible aunque lo intenté.
- Lo intentaste…
- Sí, y no lo niego, creí que era lo lógico, lo normal, no entendía nada. Pero después me di cuenta, da igual la lógica, o la razón, solo sé que quiero estar junto a ti.



Apenas sabía que decir, así que Julia volvió a besarle intensamente, y bajo esa inmensa lluvia lo cogió de la mano y lo llevó tras de ella hasta su apartamento. Sinceramente, Paolo no sabía cómo reaccionar, una chica de 23 años lo tenía completamente descolocado, a la cual se veía totalmente tranquila. A sus 36 años, y nervioso.
Ella desapareció dejándolo junto a la puerta, y volvió con dos toallas, lanzándole una a él.

- Toma, sécate o cogerás una pulmonía. (Dijo mientras sonreía).
- Gracias. (Él estaba algo desconcertado aún).

Él comenzó a secarse el pelo, mientras ella se quitaba despreocupada su camisa primero y después sus pantalones. Paolo quedó entonces aún más desconcertado… Ella continuó sentándose en la cama, y secando todo su cuerpo lentamente, ante la atenta mirada de él, quien no pudo evitarlo aun intentándolo.

Tras comprobar su reacción, ella se levantó y quitó la chaqueta de Paolo, después comenzó con la camisa, botón a botón, mirándolo sonriente, y notando cuan desconcertado estaba, lo cual la divertía bastante. Entonces le dijo.


- Paolo…

Continuará...

Calor en una Noche de Verano

Caricias… Recorriendo lentamente tu espalda, desde tu cuello hasta el final de la misma, y vuelta a empezar. Que delicia, que placer provoca el simple hecho de recorrer cada centímetro de tu cuerpo con la yema de mis dedos.
Besar tu cuello, lentamente, apenas rozándolo con mis labios, para después deleitarme en él. Y mientras lo hago, más caricias… Mis manos se enredan en tu pelo, mis dedos se entrelazan en tu cabello, y entonces muerdo tu boca, y me pierdo en un largo beso entre los juegos de nuestras lenguas.

Me pasaría toda una vida mirándote a los ojos, puedo hacer mil cosas más… Caricias, besos, sonrisas, palabras, pueden acompañar cada mirada que desaparece en tu pupila.


Y sigo… Siguen mis mordiscos recorriendo tu cuello, dejándose llevar por la inercia y bajando a tus pechos, firmes, deseando sentir el roce de mis dientes mientras tus pezones se endurecen.
Mis manos también bajan, sabes que no puedo controlarme, y que me encanta recorrer tus piernas, apretándolas entre mis manos, y notando el calor que nace de entre tus muslos.
¿Qué más se puede pedir? Tus suspiros, que con cada movimiento de mi cuerpo va aumentando en intensidad, hasta convertirse en pequeños gemidos, que ambos sabemos que acabarán siendo gritos incesantes.

Y es que ese momento en que tus piernas se abren, y mi polla entra hasta el fondo de tu coño, mientras no dejo de mirar tus ojos, ese rostro deseoso de más, y más intenso, es inigualable.
Esos movimientos de tus caderas, esas piernas atrayéndome hacia ti, esa boca buscando la mía con sed de mí, mientras los gemidos ahora sí, son pequeños gritos que me excitan aún más.

Tus uñas clavadas en mi espalda, mis dientes en tu cuello, y mis brazos apretándote con fuerza para no dejarte escapar, aunque sé que no lo harías. El sudor recorriendo nuestros cuerpos, los cuales no se separan sino que cada vez, aunque parezca imposible, están más unidos, y mis embestidas crecen en intensidad, en fuerza, en velocidad, quiero todo de ti, y lo quiero ya.


Y ese grito, que no es como el resto… Ese grito hueco, que sale de lo más profundo de tu alma, desatando todo el placer que llevas dentro, mientras caes rendida sobre mí, besando mi pecho, entre las caricias que recorren tu pelo, lentamente, suave, ahora solo quiero que sientas ese cariño, ese que demuestro aun follando como animales sedientos el uno del otro.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Encuentros en la Lluvia -12-



Por fin, tras varios días en cama, Paolo pudo volver a su rutina diaria, ducha, café, trabajo, trabajo, trabajo… Y casa. Decidió dejar de visitar el “Blue Note” durante unos días más, dar un descanso a su mente, probablemente este estrés personal que tenía, no le había ayudado en exceso a mejorar antes de su enfermedad.
Así pues, esa noche, invitó a cenar a sus amigos a casa… Preparó pizza casera, y disfrutó de una noche relajada con sus más allegados, sin dar vueltas a sus pensamientos, al menos, en exceso.

Julia estaba confundida, tras haber pasado la noche leyendo las notas una y otra vez, estas no paraban de hacer que se planteara mil preguntas… Recordaba esos “Me faltas”, “Te añoro”, “Necesito verte”, “No te vas de mis pensamientos”.
Pero ante todo, esa última frase “No entiendo el porqué, ni trato de hacerlo, pero te necesito… Solo quiero una oportunidad, solo necesito que me dejes demostrarlo”.
Y es que ella quería hacerlo, quería dejarlo demostrarlo, necesitaba verle tanto como él verla a ella, y al igual que Paolo, no entendía el porqué, simplemente era algo que sentía.

Decidió volver al “Blue Note”, no avisó ni a Paula, ni a Judith, quiso ir sola confiando en encontrase allí a ese hombre italiano que no paraba de revolotear en sus pensamientos, y hablar con él, claramente, dejándole explicarse y dándole la oportunidad de demostrarle… ¿Qué? Pues lo que él pueda demostrar, está vez iba a dejarle hablar, e iba a creerle.

La noche era lluviosa, el cielo estaba cerrado, las nubes no dejaban asomar a la luna, y ella caminaba mojándose ante la leve lluvia con la que inició el camino hacia el pub.
Se sentó en una esquina del local, en una mesa pequeña, pidió un Gin-tonic, y simplemente esperó… Esperó una hora, esperó dos horas, esperó tres horas… Se acercó a la barra y le preguntó a Marta si había vuelto a ver al hombre de las notas, pero esta le dijo que no.

Una vez se hubieron marchado los amigos de casa, Paolo recogió un poco la casa… Su pequeña obsesión con el orden no le permitía dejarlo todo de cualquier manera hasta el día siguiente, y pensó en ver un poco la TV antes de ir a dormir… Eran las 00.08, se sentó y… Quedó mirando el reloj, no podía quitarle ojo… ¿Y si? No… Pero ¿Y si Julia estaba allí? ¿Y si había ido estos días en que estuvo enfermo? ¿Y si está perdiendo su oportunidad?
Contra todo pronóstico se puso unos vaqueros y un jersey negro, y salió rápidamente a la calle, camino del local habitual, tenía ese presentimiento, y no podía dejarlo pasar…

Julia se cansaba de esperar, y marcó las 00.30 como hora límite, en ese momento volvería a casa, tampoco iba a pasar toda la noche esperando a alguien con quien no había quedado.
Pasaron los minutos, y aun con una pequeña contradicción en su interior, Julia se levantó, pagó y salió por la puerta… No sin antes dejar una nota a Marta.
Paolo llegó justo… Cuando Julia acababa de marchar, quizás la incesante lluvia dificultó que pudiera verla a lo lejos, y nada más entrar, preguntó cómo cada noche que había ido al local, por la pequeña Julia… Tras observar a su alrededor y esperar la respuesta habitual (no ha venido), se llevó una pequeña sorpresa.

- Si, acaba de marchar, pero me ha dejado esto para ti.
- ¿Para mí?
- Si, toma.

Cogió la nota, la abrió y descubrió un número de teléfono… No tardó ni un segundo en marcar rápidamente y llamar, no lo pensó, y no quiso hacerlo.

- ¿Si?
- ¿Julia?
- Sí.
- Julia… Julia… Soy Paolo, necesito verte.
- Acabo de marchar.
- Solo dime donde, e iré.
- Sal del “Blue Note” y camina simplemente hacia delante.
- ¿Solo?
- Sí.

Y así lo hizo, tras salir, comenzó a andar calle adelante sin separar el móvil de su oído, pero también sin decir ni una sola palabra… Quedando completamente empapado pues no se molestó ni en coger su paraguas.
A su vez en sentido contrario caminaba Julia, de la misma forma, buscando en la lejanía encontrarse con esa cita que había esperado horas antes, y que llegó cuando no la esperaba.
Apenas un par de minutos después, estaban el uno frente al otro, a escasos 5 centímetros, mirándose y completamente empapados. No dijeron ni una sola palabra, guardaron el móvil y…



Continuará…

viernes, 22 de marzo de 2013

Encuentros en la Lluvia -11-



Julia no salió de casa en dos días, no cogió el teléfono a sus amigas, y se convenció (o lo intentó) de que todo lo ocurrido con Paolo fue un error, y que hizo lo mejor… ¿O no? Y es que aunque no paró de darle  vueltas, y de intentarlo, realmente no conseguía dejar de pensar en él y en lo que le había dicho.
 Paolo se encerró en el trabajo, salía de casa antes de amanecer y llegaba ya entrada la noche… Apenas cenaba, una ducha rápida y a cama de nuevo, su vida se limitaba al despacho y a la cama. Y es que tenía claro que quería estar con esa chica, pero no sabía exactamente qué hacer para demostrarle sus sentimientos.

Finalmente el italiano decidió buscar soluciones, y durante las siguientes tres semanas visitó cada noche el “Blue Note” para intentar coincidir con ella, habló con sus compañeros de trabajo, le dejó varias notas por si iba cuando el no estuviera, intentó conseguir algún dato más sobre ella para localizarla, pero… Todo fue en vano.
Un viernes noche, en el local habitual  whisky en mano Paolo continuaba su “espera”, sin darse por vencido, pero sin tener mucha suerte… Hasta que cuando iba a marcharse, vio entrar a Judith.

- ¡Eh chica, disculpa!
- ¿Me hablas a…? ¿Tú? ¿Qué quieres?
- Necesito hablar con Julia, y tú eras una de sus amigas, ¿verdad?
- Julia no quiere saber nada de ti, ¡olvídala!
- Necesito verla, hablar con ella, explicarle que se equivoca conmigo, por favor…
- De verdad, olvídala, no le has traído nada bueno, apenas sale, no quiere hacer nada, no hablamos casi, y todo por un tipo al que apenas conoce… ¡Déjala en paz!

Paolo no iba a rendirse aun así, lo tenía claro, por mucho que le costara… Marchó a casa y continuó yendo cada noche al local.

Julia comenzó a salir, cambió de ambientes, de lugares habituales, pero sin separarse de Paula y Judith… La cual había evitado contarle su sorprendente encuentro en el “Blue Note”.
Finalmente una noche Paula se encargó de convencer a la joven de volver a ir a su lugar preferido para tocar… Le prometió ir antes que ella para asegurarse de que él no estaría, y en caso de estar, marcharían a otro lugar. Tras mucho insistir, acabó convenciéndola, y quedaron esa misma noche a las 21.30.

Desgraciadamente, nuestro amigo Paolo enfermó el día antes, una enorme gripe le dejó tumbado en cama varios días con una fiebre bastante alta y cuando Paula entró al “Blue Note”, pudo confirmar a su amiga Julia que no estaba.
Entraron Judith y ella, y se sentaron junto a Paula que las esperaba en una mesa, tomaron una copa antes de que pudiera tocar, y dejarse llevar por la música, olvidándose por un momento del resto del mundo, y todo lo que la rodeaba… Hora y media tocando, con una pequeña pausa intermedia.

Finalmente a las 00.30 decidieron marchar, pues era martes y tenían que ir a clase al día siguiente… Disfrutaron de su última copa y se encaminaron hacia la puerta con cierto alivio de no haber tenido que “sufrir” un encuentro incómodo, cuando justo antes de salir, Marta, la chica de la barra, la llamó.

- ¡Julia, cuanto tiempo!
- Sí, he estado muy liada, pero me alegra volver a tocar aquí.
- Antes iba a buscarte, pero preferí esperar a que acabaras de tocar.
- Gracias, me apetecía mucho.
- Me alegro cielo, tenía que darte algo.
- ¿A mí?
- ¡Sí!

Y de repente sacó unas 15 o 16 notas, unas más grandes, otras más pequeñas, unas de una forma, otras de otra.

- Un hombre me ha ido dejando esto durante varias noches, se empeñó en que las guardara.
- ¿Un hombre?
- Si, ya me dejó una vez una nota que te di, ¿Recuerdas?
- Ah… Si… Ese hombre…
- Si, ha venido cada noche durante todo el mes, apenas hace un par de días que dejó de hacerlo…
- Y te ha dejado esto…
- Si, cada noche se sentaba en la barra, pedía dos wiskis solos, y cuando acababa el segundo marchaba… Eso sí, lo primero que hacía era preguntar por ti, o si te habíamos visto.
- ¿Por mí?
- Cada día… 

Continuará...


lunes, 24 de diciembre de 2012

¿Dulce Navidad?



Hoy voy a escribir poco… Ayer, si, ayer… Me di cuenta que estábamos a día 23, y que hoy era Nochebuena, momento en el cual el bajón fue importante. Primero porque nunca me ha gustado la navidad, fecha de risas, alegrías y tiempo que pasar con la familia… Una familia en la que siempre ha faltado alguien, para mi han sido fechas de añoranza, y ahora si cabe aun más. De ahí el segundo motivo, Tú, no estás, me falta mucha gente, mucha, más de la que debiera, y seguro que más de la que mereciera… He tenido una vida dura y difícil en ese sentido, y los sabes. Pero tú… Eras mi apoyo, eras mi todo, y fuiste el golpe casi definitivo, pues también fuiste aliento para seguir adelante aun tras tu marcha.

Nada es lo mismo en navidad si no tienes contigo a los tuyos… Yo tengo a mis amigos siempre, que son como una familia para mí, y que siempre procuran que no esté solo. Tengo a mi hermano, a mis peques, pero nada es lo mismo por mucho que quiera, si no estás tú.
Quien me arrastrabas de casa para ver los alumbrados navideños, quien me acompañaba en compras de regalos, quien me arrancaba sonrisas en cenas en las que no quería estar.
Tu entusiasmo era similar al de un niño en los días de Navidad o Reyes, y eso, pese a mis peques que me hacen sonreír, me sigue faltando.

Nunca me ha gustado la navidad, en cierto modo, incluso llegué a odiarla por motivos que no vienen al caso, pero que tú bien sabes. Pero aun así me “obligaste” a vivirla, y ahora… Ahora nada es lo mismo y nunca lo será, llegarán tiempos mejores, siempre tendré a mi gente, pero siempre me faltarás Tú.


Feliz Navidad, y felices fiestas a todos los que leéis este blog.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Encuentros en la Lluvia -10-


Todo era extraño, Julia no sabía que hacer, Paolo necesitaba hablar con ella, los amigos de ambos estaban totalmente sorprendidos, y apenas sabían de que iba la historia en cuestión.

- Julia, necesitaba decirte algo…
- Paolo, de verdad, déjalo.
- Solo tomemos un café, hablamos, y no te volveré a molestar.
- ¿Para qué?
- Porque aun no entiendo la razón, pero no desapareces de mi mente ni de noche, ni de día.
- …
- Solo un café, y si no quieres, no volverás a verme.

Ambos estaban completamente empapados, las amigas miraban a Julia desconcertadas… Los amigos animaban a Paolo a marchar… Y cuando estaba apunto de hacerlo, tras agachar la cabeza, tras soltar su brazo casi por inercia…

- Solo un café…
- Si, solo un café Julia.
- De acuerdo.

Ambos marcharon juntos hasta una cafetería cercana… Y tanto Judith y Paula por un lado, como el resto de amigos de Paolo por otro, se marcharon, aunque realmente las dos primeras no andaban demasiado lejos.
Se sentó Julia, y frente a ella Paolo, estaban empapados, el pelo de Julia goteaba sobre la mesa… El camarero se acercó a preguntar, mirándolos un poco sorprendido.

- Tomaré un café solo.
- Yo tomaré lo mismo.

Tras marcharse el camarero, comenzaron a hablar, con nerviosismo, pero sin pausa.

- ¿Qué quieres Paolo? Me lo dejaste claro el primer día, y luego la noche que me diste plantón.
- Ya te dije que pasó ese día, de verdad, ha sido todo extremadamente raro.
- ¿Raro? ¿Sabes que es pasarte más de media hora esperando a alguien que no sabes si llegará?
- Lo siento… De verdad que lo siento.
- Puedes sentirlo mucho, pero no me basta con eso.
- ¿Y que quieres que haga? No puedo volver atrás…
- Nada, tengo claro que fue un error, una niñería mía el pensar en el destino, y esas estupideces.

Las duras palabras de Julia crearon un ligero silencio, alargado por el camarero al traer ambos cafés.


- Desde esa mañana, en la que casi te atropello, no he podido sacarte de mi cabeza, y lo he intentado con insistencia. Lo que te dije esa primera noche, esas palabras, iban dirigidas más a mi que a ti… Quería auto convencerme, pero no puedo, no lo entiendo, pero sigues ahí.
- ¿Eso es todo Paolo? Eso es lo que tienes que decirme… Que lo sientes mucho, que te has encaprichado de una chica, a la que cuando te canses, dejarás sin más, cuando te aburras.
- Yo nunca me encapricho, ni creo en el destino, ni en los flechazos, ni en nada de eso… No soy una persona fácil en las relaciones, ni suelo fijarme en cada chica que pasa…
- Pero de mi si… Que típico suena eso, de verdad.
- No puedo convencerte, no puedo usar más que palabras si no me dejas demostrarlo con hechos. No pue…
- Nada. Déjalo de verdad, estamos perdiendo el tiempo, tú simplemente te has fijado en una chica joven por un par de coincidencias. Yo me dejé llevar por mis ilusiones estúpidas.

Julia se levantó y se marchó rápidamente, evitando que Paolo consiguiera ver las lágrimas que brotaban de sus ojos… Dos calles más adelante sus amigas estaban esperándola, y la acompañaron hasta casa para hablar con ella.
Paolo se quedó sentado al menos 10 minutos más, sin apenas moverse, pensando, recordando las palabras de esta chica, y planteándose si debía dejarlo correr, o seguir intentado hacer algo. Poco después se levantó dejando el dinero de los cafés sobre la mesa… Y salió de la cafetería con las ideas claras.

Continuará…