Una
mañana de noviembre el día amanecía entre estruendosos truenos y una lluvia
incesante… Él conducía hacia el trabajo, ella por el contrario caminaba sin
paraguas camino de casa, totalmente empapada y sonriente. A él le gustaba la
lluvia, pero particularmente cuando no tenía que trabajar, salir de casa con
ese tiempo no era de agrado, ella en cambio disfrutaba de las gotas cayendo
sobre su piel y su ropa, y pese al constipado que le esperaba, no dejaba de
sonreír.
A todo esto
aun no os presenté a él y a ella.
Él era
Paolo, un abogado de prestigio, que alternaba la seriedad en el trabajo y la
diversión con los amigos, la elegancia de su traje con los vaqueros habituales,
alto, de ojos azules, mirada intensa, y músculos ligeramente marcados debido a
su afición por practicar deporte, tanto en el gimnasio, como en la piscina o en
la cancha de basket con los amigos.
Ella
era Julia, una estudiante de filología clásica, para nada la típica chica
siempre arreglada… Era de estatura media, delgada, de ojos oscuros, marrones,
de curvas pronunciadas, pero con pantalones anchos, o vestidos poco ceñidos, le
gustaba vestir grandes jerséis, sin preocuparse por las “pintas” que pudiera
llevar habitualmente.
Eran
como la noche y el día, pero a veces el destino (en el que yo no creo), te
coloca en el lugar propicio en el momento adecuado…
Ambos
vivían en Madrid, él en un piso en el centro, y ella en la residencia de la
Universidad, pero ninguno de ambos era madrileño, Paolo nació en Arezzo, y se
mudó a causa de estudios y trabajo con el tiempo a la capital española… Y Julia
decidió continuar sus estudios en esta misma.
Más o
menos creo haberos situado bien, solo me falta decir que Paolo tenía 36 años, y
Julia 23… Y que está no es una historia más, sino que será una larga historia
donde veremos como avanzan las vidas de estas dos personas principalmente,
tanto unidos, como por separado.
Pero
para ello, antes debía suceder el momento… El encuentro entre ambos por primera
vez, y es que cuando Paolo estaba apunto de llegar al despacho una chica se le
cruzó corriendo por mitad de la carretera, y le obligo a frenar bruscamente,
patinando un poco la parte trasera del coche… Por suerte ante el poco tráfico
en esa zona (exteriores de Madrid), no ocurrió mayor desgracia.
- Pero
donde ibas por mitad de la carretera, ¡Estás loca!
-
Disculpe, disculpe, es que no vi girar
el coche, y creía que no venía nadie.
- ¿Tan difícil
es caminar tres pasos más y cruzar por el lugar correcto?
- Tiene
toda la razón, no tengo excusa, como compensación, le daré esto.
Ella se
acercó al coche, estaba tranquila, sonriente aun… Paolo andaba descolocado ante
su expresión alegre. Entonces de una carpeta
que llevaba escondida bajo la chaqueta sacó una invitación a un pub.
- Toco
ahí todos los jueves, ve a verme y te invitaré a tomar algo, es mi manera de
disculparme.
- No
tengo intención de ir a ningún lugar, procura ir con más cuidado, y deberías
cubrirte de la lluvia.
Cerró
la puerta del coche y marchó con prisa al despacho, pero sin evitar mirar por
el retrovisor a la chica sonriente aun quieta, observando como desaparecía el
coche en la lejanía.
Al
llegar al trabajo echó un ojo al coche y vio la invitación que había recibido
tirada en el suelo del mismo, la cogió y la metió en la chaqueta con intención
de tirarla.
Julia
caminó hasta su casa, se desnudó por completo y se metió directamente en la
ducha, con el agua bien caliente cayendo sobre su fría piel, y recordando aquel
incidente que había tenido, estaba convencida de volver a verle, ella si que
creía en el destino.
Continuará…
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