sábado, 11 de agosto de 2012

Una mirada... Más.

Ese beso que precede a todo lo demás, todo lo que tu y yo sabemos que ocurrirá, mis manos se deslizan sin parar, y todo ello ha comenzado simplemente por una mirada.
Son tus piernas las que abren el camino, para que mis manos recorran tus muslos, deshaciéndose en caricias constantes mientras mi boca no se separa de la tuya.
Son mis labios los que saborean la dulzura de los tuyos, mi lengua la que no deja de jugar con tu lengua, y mis manos las que aprietan tus muslos con intensidad mientras tu respiración se agita.
Todo me sobra, no solo la ropa, sino todo lo que nos rodea… No veo más allá de ti, de mí, de nosotros, te tumbo sobre la cama, mientras mi boca baja mordisqueando tu cuello.

Ese es el comienzo del fin, ambos sabemos que es tu punto débil, y aprovecho la situación. Mi lengua baja despacio recorriéndolo entre mordisco y mordisco.
Mis caricias se suceden, subiendo por tu tripa, comenzando a deshacerme de tu camiseta, la cual levanto hasta quitarla… Y dejo el camino libre para mis labios.
Estos son los que continúan, sin dudarlo ni un solo segundo, tu respiración cada vez es más intensa, me acerco a tu pecho y un largo suspiro se escapa de entre tus labios.
Comienzo a besar tu pecho sin descanso, no quiero dejar nada por besar, por saborear… No quiero perderme ni un solo milímetro de tu cuerpo, de tu piel.
Tu sujetador negro ya ha desaparecido sin apenas prestarle atención, ahora tengo otras prioridades, y todas ellas tienen que ver con tu cuerpo y contigo.


Mientras mis besos recorren tus pechos, tus pezones, alternando uno y otro, jugando con ambos, lamiéndolos, haciendo que pequeños gemidos comiencen a sonar.
Mis manos siguen a lo suyo… Mi diestra baja de nuevo por tu ombligo, colándose sin preguntar bajo tu pantalón, notando el calor que ya desprendes, mientras tus piernas vuelven a abrirse.

Continuará...

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