Esa era
nuestra noche, difícilmente mejorable la verdad, pero muy repetidas por nuestra
afición al baloncesto, con pequeños variables ciertos días con las pelis de
miedo que tanto me gustan.
En lo
que no coincidimos es nuestros equipos, cuando el tuyo gana, yo me quejo,
cuando es al revés, te quejas tú… No todo puede ser perfecto, me repites
siempre con una sonrisa.
Esa
noche jugaban mis Celtics, y ganamos con una cierta facilidad, disfrutando de
la intensidad de KG, o de las asistencias inverosímiles de Rondo, disfrute como
siempre de los míos, y tu bromeabas continuamente sobre nuestra suerte, y
vuestra futura victoria en las finales.
Al
finalizar el partido, apenas unos minutos después y sin aviso previo, busqué tu
boca… Porque era lo que me apetecía en ese momento, te atraje hacia mí, mordí tus
labios, y jugué con ti lengua durante un largo rato… Te levantaste, dejándome tumbado,
para ser tu la que te subieras sobre mi, mordiendo mi cuello y habiéndote librado
ya de mi camiseta, tus besos me recorrieron por completo, comiéndome de arriba
abajo.
Después
sería yo el que haría volar tu camiseta, descubriendo tus pechos y jugando con
ellos entre mis manos, sin dejar de besarlos y mordisquearlos, de recorrerlos
con mi boca.
Tus
pezones duros eran un juguete para mi lengua, y mis manos bajando por tu
espalda agarraron tu culo con fuerza atrayéndote hacia mí.
Tú ibas
bajándome los pantalones como podías, notando mi polla dura apretarse contra ti,
mientras yo no dejaba de devorarte, eras mía en ese momento y no iba a
soltarte.
Volvería
a cambiar las tornas, girándote y colocándote debajo de mí en un momento, tus
pantalones duraron segundos, y tus braguitas poco más entre las caricias de mis
manos y mis dedos juguetones deseando derretirte.
Mi boca
no dejaba de recorrerte, parando en pequeños momentos solo para susurrarte
entre mordiscos a tu oído “te deseo”, y seguir con su trabajo.
Mis
dedos jugando, frotando y calentando aun más de lo que ya lo estaba tu coño,
para pasar después a las caricias a tus muslos para ayudarme a abrir tus
piernas.
Entonces
sería cuando comenzaba a meter mi polla, despacio primero, notando que estabas
ya empapada… Fuerte después, haciendo retorcerte con cada embestida, haciendo
que tu cuerpo quedara completamente al mío, y que tus gemidos en mi oído me
animaran a acrecentar aun más el ritmo de estas.
Tus
piernas me rodean, mis manos agarrándote por la espalda te atraen con fuerza
hacia mí, el calor y el sudor se unen en uno, y tu boca y la mía también, sin
dejar margen a nada.
Ya no
hay vuelta atrás, con embestidas rápidas y duras, con tu cuerpo temblando, y el
mío sin capacidad de parar, mi respiración agitada, con gemidos perdidos en el
aire, y tus gritos retumbando… Cada vez más, más y más… Hasta corrernos juntos,
quedando sobre ti, y sin movernos por unos breves minutos.
Pero el
partido aun no ha acabado… Y lo sabes…
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