sábado, 11 de febrero de 2012

Ducha de Calor...


Era agosto, y tras una larga mañana de trabajo fui a comer con unos compañeros, estuvimos charlando y riendo, y alargamos la comida un par de horas. Posteriormente me fui a casa y tras echarme un rato en el sofá, decidí ir al gimnasio.
Tras un rato allí, me encontré con Sofía, una profesora de Spinning encantadora, nunca había ido a sus clases, pero si que es cierto que alguna vez había estado observando.

Sofía es morena, pelo como el azabache, largo, ojos color avellana, con curvas de escandalo, medirá sobre 1.68, y además es encantadora, dulce y risueña.
A eso debemos unirle las mallas ajustadas, y nos quedamos boquiabiertos, es pura provocación, una delicia… Pero bastante inaccesible, es casi imposible quedar con ella.

Estuvimos hablando largo rato hasta que tuvo que marchar a dar una clase, yo seguí con mis ejercicios, y ahí quedó todo. Estuve un rato más y me dispuse a marcharme, pero de repente volvió a aparecer, acababa de terminar la clase y me llamaba evitando que marchara.
Me detuve esperando expectante, vino con una sonrisa radiante, y me propuso ir a tomar algo, cosa que yo había intentado un millón de veces, y que había pensado que no lograría, obviamente le dije que si, esperé que cogiera sus cosas y salimos juntos charlando.

La verdad es que mis pintas no eran las mejores, el chándal, la camiseta sudada… ¿Por qué no te duchaste en el gimnasio? Pues sencillamente porque no esperaba salir con nadie, y pensaba hacerlo en casa… Su imagen no distaba mucho de la mía, sudada, con las mallas, la camiseta. 

¿Conclusión? “Sofía, ¿Por qué no vamos a darnos una ducha, y quedamos aquí en media hora?”
¿Respuesta? “Como sabes vivo en el Rincón y me pilla algo lejos, aunque llevo ropa en la mochila, si me dejaras ducharme en tu casa sería más rápido”.

Como comprenderéis, tras cinco segundos de sorpresa e impresión, le dije que si, claro, faltaría más… Y allí que fuimos, la invité a pasar y le dije que se duchara ella primero, lo cual ella aceptó encantada. Le dije que esperara un minuto, que iba a buscar las toallas, pero o no me escuchó, o no quiso hacerlo, pues se desnudó y entró a la ducha antes de volver con las toallas.

Volví con ellas y vi que Sofía no estaba, la puerta cerrada…

- Sofía, las toallas… ¿Te las dejo en la puerta?
- No, pasa, déjalas dentro.
- No pasa nada, te las dejo aquí y voy a la cocina a tomar algo mientras.
- Va, pasa, déjalas aquí, venga.
- Bueno.

Tampoco iba a ser gran cosa, entrar, dejar las toallas, salir… O eso supuse, hasta abrir la puerta y encontrarla desnuda delante, con la ducha cayendo, mirando hacia la puerta con la mampara abierta, y sonriendo…
Bajé la mirada (no voy a decir que lo hiciera rápidamente), me disculpé y me dispuse a salir, pero me dijo “¿Por qué no entras y nos duchamos juntos?”, me quedé helado, e inmóvil,  mudo, “Pero entra ya, que me estoy enfriando con esto abierto”.

¿En que momento una tarde de gimnasio se había convertido en una ducha con Sofía? Pues no lo se, pero en ese momento tampoco me lo pregunté, simplemente cerré la puerta, me desnudé y me metí en la ducha ¿Para que planteármelo?
Al entrar procuré entrar en calor con la ducha, el agua caía bien caliente, y ella estaba enjabonándose, la verdad es que aunque intenté evitarlo, no tardé en excitarme, y no logré controlar mi polla, que se endureció bastante al verla desnuda, mojada…


Ella no tardó tampoco, pero en darse cuenta de mi situación, sonrió de nuevo y bajó hasta comenzar a lamerla, a besarla, a chuparla… Tras el sobresalto inicial solo pude disfrutar, dejarme llevar, y comenzar a suspirar, mi respiración aumento su ritmo y su intensidad.
El agua no paraba de caer sobre ambos, y ella continuaba chupando mi polla dura, metiéndola en su boca, jugando con ella entre caricias, mientras yo agarraba su cabello empapado, dejando escapar mis gemidos.

Después fui yo, en este caso el que seguía con mi lengua las gotas que caían por su cuerpo, lamiendo sus pezones, recorriendo sus pechos, mordiéndolos suave entre suspiros, notando su respiración agitada, y haciéndola girarse, quedando de espaldas frente a mi… Acaricié sus piernas, sus muslos, abriéndolas y agarrando su culo.
Mordí su cuello, busqué su boca, tentándola, frotando levemente mi polla contra su coño, notando ya su calor, y hundiéndonos en un beso largo y apasionado…

Continué con mis besos, mis mordiscos, mis manos se colocaron en sus caderas y mi polla comenzaba a entrar lentamente abriendo su coño empapado y caliente, notando sus pequeños gemidos, moviendo su cintura ayudando a mi polla a entrar, y notando el agua continuar fluyendo por nuestros cuerpos, mientras su espalda era mía, y mis besos se sucedían.

Comencé a meterla con fuerza, a hundirla hasta el fondo, apretando sus pechos entre mis manos, mordiéndola, mientras ella gemía, gritaba, y apretaba sus manos contra la pared… Las embestidas eran más rápidas, y ella pedía más, y más.
La giré de nuevo, quería su boca, sus labios, su lengua, la di un largo beso, infinito, húmedo, y abriendo sus piernas volví a meter mi polla hasta dentro, sin pensarlo, de un solo golpe.
Continuamos con fuerza, con pasión, con ganas, sin descansar un solo instante, sin dejar de besarnos, lamernos, ahogando los gemidos, los gritos, los suspiros.


Ella acariciaba su coño mientras entraba y salía mi polla, acariciándola también, y buscando una y otra vez mi boca, mi barbilla, mi cuello, apretando mi espalda en caricias, arañazos, agarrándola con fuerza para no separar su cuerpo del mío, para tener cada vez más.
Acabamos corriéndonos, el uno frente al otro, besándonos, mirándonos, disfrutando del momento… Nos duchamos, nos reímos, la ducha se alargó más de lo esperado.

Tras esto, fuimos a tomar algo, y a charlar sobre asuntos varios, pero después volvimos de nuevo a mi casa, y no fue la última vez… Pero, eso ya es otra historia.

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