jueves, 5 de enero de 2012

El Regalo de Navidad


Día 25 de diciembre, Navidad del año 2011, ese domingo tras volver de casa de mis padres, helado de frío, pensaba en lo que me esperaba en casa. Sabía que estarías tú, esperándome, que me calentarías las manos que siempre tengo heladas, y que seguramente bajo la manta ambos, veríamos una película, pero no fue así.

Llegué a eso de las 19.30, dejé el coche en el garaje y subí en el ascensor casi tiritando aún, esperando a llegar al tercero con impaciencia… Buscaba las llaves y solo acertaba a sacar las del coche, cuantas veces me habías dicho que las llevara juntas… Al fín logré sacarlas del bolsillo izquierdo, donde las metí no sabía ni cuándo ni porque, y abrí la puerta…

Ahí es cuando el día de Navidad comenzó a tener sentido… Bajo una luz lúgubre, tenue, entré a casa, cerrando la puerta sin girarme ante la sorpresa, te buscaba pero no hice por encender la luz, no se siquiera porque… Solo avanzaba por el pasillo adentrándome en la casa… Al oírme caminar me dedicaste las primeras palabras –“¡Por fin llegas, Papa Noel te dejó tu regalo!”

Ese fue el momento, llegué a la habitación y te encontré sentada en la cama, con esa hermosa sonrisa que tienes que ilumina todo lo que te rodea, mirándome divertida y provocadora, con esa falda tan cortita que tanto me gusta, y un jersey negro acompañándola, las medias que me incitan a recorrer tus piernas y como guinda… Un gorrito de Papa Noel.

Me quedé inmóvil, sonriendo por inercia, mirándote hipnotizado… Y tú con un solo dedo y sin tocarme, me atrajiste hacia ti. Sentándome a tu lado dibujé tus labios con mis dedos, susurrándote al oído tras oler tu pelo –“Me encantas”. Entonces mis caricias bajaron por tu cuello, y mi boca busco la tuya, mordiendo suavemente tu labio inferior antes de saborear y jugar con tu lengua.



Pero eso solo fue el comienzo, pues sabes que cuando me provocas no puedo parar, y tú nunca dejas de hacerlo, tu mirada me incita, y tu boca no dejaba la mía, mientras mis manos ya habían desaparecido recorriendo tus muslos… Entonces mis besos y mordiscos bajaron a tu suave cuello, y tras una leve sonrisa tu respiración se fue agitando, sé que el cuello es uno de tus puntos débiles, y tú que es uno de mis preferidos.

Mis pequeños bocados hicieron que escaparan los primeros suspiros de entre tus labios, y que tu piel se erizara, mientras mis manos comenzaban a desnudarte, deshaciéndose de tu jersey negro y descubriendo que no había nada bajo el… Por otro lado tus manos jugaban con mi pecho, desabrochando mi camisa botón a botón, y jugando desde el ombligo hasta mis pectorales.

Mi boca volvió a buscar tu oído entre mordiscos, saboreando el lóbulo de tu oído y susurrándote –“Te deseo”, mientras mis manos recorrían tu espalda acabando en tu culo… Tu dejándote llevar te colocaste sobre mi, y volviste a buscar mis labios, saborear mi boca, morderme, lamerme…



No dejabas de moverte sobre mi, de frotarte notando como cada vez mi excitación aumentaba, y mi polla cada vez estaba más dura, yo apretando tu culo con fuerza, atraía a su vez tu cuerpo contra el mío, notando el calor que desprendían ambos, y el deseo del uno por el otro. Pero entonces te dejaste caer, te escurriste entre besos por mi pecho hasta acabar arrodillada delante de mía, desabrochaste mi pantalón despacio, con una amplia sonrisa sabiendo lo que ibas a hacer, y mirándome atentamente mientras tiras del pantalón hasta conseguir con algo de dificultad quitarlo.

Mis boxers negros estaban completamente marcados y mi polla dura por tus roces, tu calor, tu provocación, ¡por ti! Asomaba por arriba, haciendo que tu sonrisa aumentar aún más… Entonces la sacaste, y la diste un suave beso, que luego fueron dos, y tres… Hasta comenzar a recorrerla completamente y lamerla de arriba abajo… Primero fue despacio, pero luego cada vez te dejabas llevar por las ganas, la lujuria, la pasión y lamías y chupabas cada vez más rápido y con más ansias. Notas como no puedo estar más caliente, mis manos buscan tu cabello, tirando de él, apretándolo, acariciándolo ante la necesidad de tenerte.

Ya no puedo más, y te levanto, vuelves a sonreír mientras me miras fijamente a los ojos, porque sabes que has conseguido lo que querías, que ya no puedo parar, y que necesito hacerte mía… Te tumbo sobre la cama, y quito tu falda tan rápido que no se ni como lo hice… Debajo un tanguita negro de encaje, minúsculo, que aumenta mis ganas de notar el calor y la humedad de tu coño, de recorrerte entera con mi boca, de que seas parte de mis manos…

Y así es, el tanga desaparece y tus piernas se abren sin oposición alguna, entre suspiros y gemidos me dices –“Cómeme, fóllame”, y sin pensarlo un minuto comienzo a lamer tus piernas, primero la derecha, subiendo por tu muslo caliente, ardiente diría yo, pasando después a la izquierda antes de seguir mi camino… Tus muslos me indican que tu coño está empapado ya, y deseando notarme dentro, pero antes… Antes tengo que lamerlo, saborearlo, jugando con mi lengua, disfrutando de lo que ambos hemos provocado lo suficiente para que ese calor y esa humedad aumenten aún más.

Después continúo, subiendo y jugando con tu ombligo, haciendo de tus pechos mi delirio, mordiendo suave tus pezones duros, y tirando de ellos levemente… Para acabar de recorrer tu cuello e inundarme en un largo y húmedo beso en tus dulces labios. Pero nada es suficiente, porque quiero más y más, y sin dejar de saborear tu boca, sin dejar de jugar con tu lengua, mis manos se deslizan por tu espalda, apenas la yema de mis dedos y comienzo a frotar mi polla contra tu húmedo coño, sin meterla aún.

Entonces llega el susurro –“Eres mía”, ese susurro que sale tras un suspiro y justo antes del gemido que escapa de entre mis labios al meter mi polla suavemente, para despues introducirla hasta el fondo llenándote completamente, y apretando tu culo para no dejar nada fuera de ti… Ese susurro que sé que esperabas y con el que comienzas a moverte a la vez que yo comienzo a hacer lo propio, metiéndola y sacándola despacio, entre besos, suspiros, gemidos y mordiscos.

Pero es que somos iguales, y ambos queremos cada vez más, sin parar, y por ello cada vez es mayor el ritmo al que entra y sale, y mayor la fuerza de mis embestidas, como también es mayor la intensidad de tus gemidos y los míos, de nuestros cuerpos calientes, húmedos, el uno contra el otro, frotándonos y acariciándonos sin parar… Sin dejar de follar ambos, el uno con el otro, de susurrarnos, de apretarte contra mi, de hacerte mía, como tú me haces tuyo con una simple mirada… Hasta que no de un susurro, sino de casi un leve suspiro nace el –“Voy a correrme”, y tu aceleras más los movimientos, y yo sigo metiendo mi polla hasta el fondo, con golpes duros notando tu coño húmedo, empapado, completamente abierto, y gritas, grito, me muerdes, me arañas… Y nos corremos, extasiados, entre besos y cómplices miradas, entre caricias y susurros.

Acabas junto a mi, me besas, te beso, junto a nosotros en el suelo, el sombrerito de Papa Noel, reímos, y volvemos a darnos un largo beso, quedamos ambos tumbados uno junto al otro, abrazados, relajados, sin querer nada más que disfrutar del momento.


1 Pensiero:

Sara. dijo...

Palabras que acarician. Caricias que hablan. Sentimiento, pasión, dulzura...
Gracias.

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