sábado, 21 de enero de 2012

Noche de Trabajo...

Era un lunes como otro cualquiera, se me hizo muy tarde en el despacho, ya eran las 23.00, y seguía delante del portátil escribiendo… Acabando con unos archivos que no podía dejar.
Como es habitual en mi, iba con un traje negro, camisa azul oscura, corbata negra… El traje es como mi uniforme de trabajo, y tengo que llevarlo si o si.

Diez minutos después entró Sonia por la puerta, se quedó mirando antes de que yo me percatara de su presencia… Levanté la cabeza, la vi, y me sonrió.
- ¿Hoy no piensas irte a casa?
- Si, ahora mismo iba a ello, pero vi la luz de su despacho (me dijo con interesante sonrisa).
- A mi aún me queda un rato, tengo que acabar unos informes, archivarlos, y luego por fin, intentaré irme.
- ¿Quiere que le ayude? Así terminará antes… No tengo prisa por marchar tampoco.
- No es necesario Sonia, tampoco quiero causar molestias.
- Insisto, si no tengo nada mejor que hacer en casa.

Como supongo que no trabajais conmigo, también supongo que no sabéis quien es Sonia, ni cual es su aspecto… Así que os lo contaré.
Sonia es la secretaria de uno de mis compañeros de trabajo, lleva en nuestra empresa unos dos meses, y ya se ha ganado a la mayoría con su simpatía habitual, y su sonrisa encantadora.
Tiene el cabello moreno, negro diría yo ante tal oscuridad, ojos azules cual océano, de piel clara y suave… Su pecho no es exagerado, aunque si destaca su culo, y una sonrisa que fascina hasta a las mujeres, radiante.
También debería contaros, que igual que yo llevo traje, las secretarias llevan el suyo gris, con falda casi llegando a la rodilla, y camisa blanca.



Comenzamos a trabajar, yo completaba informes, ella iba archivando… Así todo se agilizaba, en diez minutos estábamos listos. Agradecí su ayuda, ella volvió a sonreír y me miró, me quedé paralizado, no por los nervios, o por la situación… Sino por el impacto de su gesto, de su mirada clavada, de tantas cosas que transmitía con ella… Acaricié su mejilla, ella curvó levemente el cuello, se acercó y dejó caer su cabeza sobre mi hombro.
No quise moverme, la dejé ahí durante un par de minutos que parecieron eternos… “Que difícil es todo a veces”, me susurró, levanto su cabecita, me miró de nuevo, y besó suavemente mis labios, casi en un suspiro, rozándolos.
Respondí al beso sin pensarlo, ella se apartó, me sonrió de nuevo y volvió a darme un beso sumamente suave… Se acercó a mi oído, y en un susurro casi inaudible me dijo “Tengo ganas de ti”.

Mordí su labio, acariciando su pelo… Atraje su cabeza hacía mí, besándola apasionadamente en un largo y caluroso beso, ahora sí se dejó llevar, se dejó hacer, jugando con su dedo índice dibujando en mi cuerpo, desabrochando mi camisa botón a botón, y acariciando mi pecho tras haberse desecho de mi corbata, que estaba tirada en el suelo del despacho.

Se levantó sonriente, animada, apartó el portátil del escritorio, la pluma, todo lo que la pudiera molestar, y se sentó sobre el, delante de mí, abriendo sus piernas y dedicándome una mirada pícara… Mis manos se deshicieron en caricias, recorriendo sus piernas, sus muslos, apretándolos, haciéndolos formar parte de mis dedos, continuaciones… Levanté su falda descubriendo su culotte rojo de encaje, siguiendo con mis caricias y notando el calor que desprendía.

Después fue mi boca la que recorrió sus blancas y suaves piernas, besándolas, lamiéndolas entre pequeños mordiscos, subiendo con la puntita de mi lengua por su muslo derecho, pasándola sobre su ropa interior… Subí hasta su cintura, mis grandes manos la rodearon entre caricias, y bajé su culotte descubriendo su húmedo coño.
Ella se acercó al borde del escritorio, facilitando el recorrido de mi lengua, que bajaba de nuevo, lamiendo su coño con suavidad, saboreándolo, mojado, caliente… Jugué con el, pasando una y otra vez la lengua entre pequeños y suaves mordiscos, para después colarla, abriéndose paso, lamiéndolo por completo entre gemidos de Sonia.



Tras largo rato dedicado a ella, que ya estaba empapada y ardiendo, tumbada sobre el escritorio, con las piernas abiertas… Subí con mis besos por su tripa, lamí sus pechos, hasta desaparecer en un largo beso, intenso, casi infinito entre suspiros y gemidos ahogados por sus caricias sobre mi pantalón, y sobre si misma.
Me empujó sentándome de nuevo en la silla, desabrochó el pantalón, y con un poco de trabajo consiguió deshacerse de él, acarició mis boxers negros marcados por la excitación que tenía, y los quitó también, haciéndose con mi polla entre sus manos, acariciándola mientras me miraba fijamente… Comenzó a masturbarme, sin separar sus ojos de los míos, cada vez mas deprisa, notando como mi polla crecía, ayudándose después con su boca, lamiendo la puntita, recorriéndola, y chupándola por completo sin dejar de acariciarla…

El momento fue tal que la levanté, colocándola de espaldas a mí, sobre el escritorio, abrí sus piernas y empecé a meter mi polla, abriéndose paso en su coño, muy abierto y mojado, tan caliente como ella, que soltó un fuerte gemido al notarla entrar hasta el fondo.
La dejé dentro, besé, mordí su espalda, mientras mis manos apretaban su cintura… Ella giró su cabeza buscándome, con su respiración agitada, mordiéndose el labio, moviendo las caderas.
Mis movimientos, mis embestidas comenzaron a repetirse, primero despacio, para ir acelerándose después, notando como se movía el escritorio ante los golpes duros… A su vez se oían sus fuertes gemidos, sus suspiros, mirándome deseosa. Mis gemidos mas leves apenas se notaban en el despacho, mientras continuamos hasta que acabó corriéndose, soltando un nuevo gemido ahogado.

Tras unos segundos de recuperación dejando mi polla, dentro volvió a girarse, esperando más… Me sonrió de nuevo, me miró, volví a meter mi polla hasta el fondo, y continuamos, una de mis manos jugaba con sus pechos, apretándolos, acariciando sus pezones… Mientras con la otra acariciaba, agarraba su pelo, mordiendo su boca, devorándola con cada golpe de mi polla hasta el fondo… Nos derretimos el uno junto al otro tras corrernos ambos.


Yo quedé sentado en el sillón del despacho, ella frente a mí, sentada con el cuerpo inclinado hacia su derecha, mirándome sonriente, alegre, tan radiante como siempre… Así continuamos largo rato, sin hablar siquiera, solo mirándonos…

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